
Posiblemente, lo que nos gusta de los restaurantes con menú cerrado sea el no tener que estudiar una carta con 14 platos diferentes después de haber estado trabajando duramente durante todo el día. Creo que nos entusiasma sentarnos a la mesa del local con la sensación que teníamos cuando nuestra madre preparaba la cena. “No sé lo que me apetece, mamá. Haz lo que sea”, decíamos. Esa incertidumbre era maravillosa: acostado en el sofá viendo Farmacia de Guardia o a la selección de fútbol española ganar a la de Islas Feroe por 0-1, mientras nuestra madre se las ingeniaba para que el chaval se comiera dos trozos de hígado (puaggg) o un filete de salmón a la plancha, que es muy bueno para el colesterol. Esto es lo que sentimos al ir a restaurantes como la Finca Santiago o Casa Salvador, en donde aunque no puedes variar el menú, la bebida está incluida ( en Casa Salvador sí, en La Finca no lo recuerdo) y el precio ronda los 25 euros. He estado varias veces en La Finca, y siempre he salido muy contento. Los entrantes: sobrasada, queso fresco a la plancha, etc, etc, son abundantes y contundentes y como suele ocurrir en estos lugares, los arroces son la especialidad. En Casa Salvador varía los entrantes, pero es el mismo estilo que la Finca Santiago a 18534 kilómetros de la capital (en Sangonera, cerca del CEMACAM). Estos restaurantes no son para llevar a tu mujer a que te perdone por no haber puesto la lavadora en quince días, pero es el toque que normalmente le falta a las cenas de verano y navidad de empresas o de amigos. Calificación: Bueno.