martes, 27 de noviembre de 2007

Abraham boca


Hace un tiempo que un amigo me recomendó leer una página de El Mundo en donde el cocinero Abraham García respondía de una forma muy singular y culta a las preguntas que la gente de a pie dejaba colgadas en la web. A pesar de que me gustó mucho, dejé la página olvidada como si de un juguete roto se tratase. Pero hace unas semanas, no recuerdo cómo, me topé otra vez con la página del satírico cocinero y retomé la lectura con la misma fuerza con la que un exfumador débil y depresivo cae por segunda vez en la tentación de soplar.
Leí de este genio una receta de alcachofas con pistachos que hice ayer y aquí os dejo de su puño y letra:

En poquito aceite, incluso si es del mío, dore poquito ajo, algo de escalonia y abundante cebolla. Reogue sobre lo anterior las alcachofas apenas liberadas de su último y más duro vestido y cortadas en cuartos. Moje el conjunto con un chorro de vermut seco o vino blanco, añada un puñado de pistachos peladitos y mejor cuanto más verde, más el necesario, la cantidad se la dictará su intuición, caldo blanco o agua. Perfúmelo con un toque de pimienta y un pellizco de nuez moscada y déjelo cocer no más de media hora. Tritúrelo con la turmix, compruebe la sazón y, presionando con un cacillo, páselo por su colador más fino. Puede, si le place, añadir algo de leche o mejor nata líquida. Y acompañarla en el momento de servir con lonchitas de jamón ibérico crujiente, achicharradas en el microondas. Gambas o langostinos peladitos y a la parrilla, o berberechos, ahora en su plenitud, abiertos al vapor.

Yo no puse nada de marisco ni jamón, ya que no recordé que llevase acompañamiento. En cambio puse a modo de picatostes cuatro o cinco frutos secos. Aquí os dejo el enlace para que os paséis de vez en cuando. No tiene desperdicio. Abraham García. Calif: Excelente

lunes, 19 de noviembre de 2007

Bodeguita, bodeguica y bodeguilla


Este próximo viernes se celebrará el día de San Clemente en la ciudad de Lorca. Esta fiesta se debe a la reconquista de los cristianos de estas tierras encurtidoras allá por el siglo 13. Además, este próximo viernes también se celebrará los 29 años que un servidor anda por este mundo de Dios. Para celebrarlo, decidí llamar a dos de mis cuñados (Francis y Raquel) y proponerles salir a cenar a la bodeguita, restaurante que se encontraba celebrando unas jornadas gastronómicas en donde mi profe de cocina, Pedro, participaba y, a la vez, uno de los restaurantes de la capital recomendados por alboroque. Debo aclarar que este pasado viernes también se celebró el cuadragésimo de Francis, por lo que la salida con ellos tuvo más sentido que de costumbre. Como yo había propuesto el lugar, me molesté en buscar en Internet el paradero del local, pero en vez de mirar la página de donde saqué el teléfono (alboroque), rápido como un gamo, seleccioné la primera página que me escupió el google bajo el filtro asesino de “bodeguita Murcia”. Lógicamente, la dirección que tomé como referencia no era la del restaurante que buscaba. He de decir que hay que ser un poquito cabroncete para ponerle a cuatro restaurantes de la capital La bodeguita, bodeguilla o bodeguica.
En la primera Bodeguilla, ica o ita que visitamos estaban cerrando, a pesar de que eran tan sólo las diez de la noche. En la segunda, que se encontraba en Puente Tocinos, los árbitros de ciclismo de la región de Murcia ocupaban el local totalmente. Que como dijo Francis: “¿árbitros de ciclismo? Pues sí, árbitros de ciclismo. Tras tomarnos una cerveza con un salpicón muy bueno (creo que lo que diferencia a un salpicón bueno de uno muy bueno es que éste último lleva tomate rallado en abundancia) en la ante sala del Mesón La Torre, el cual, según mi cuñada que ya había estado, no valía una mierda, decidimos seguir recorriendo Murcia en busca de nuestra reserva y no quedarnos a cenar allí. Casi a las once llegamos al local donde nos recibieron muy cordialmente, es decir sin importarles que llegáramos una hora tarde. Los locales que trabajan con menús cerrados están preparados ante cualquier imprevisto, por tener los platos ya hechos. Estoy seguro de que no es problema alguno que se les presente para cenar sin avisar el equipo juvenil de fútbol australiano de Sydney y los campeones del mundo de los últimos diez años del Pressing Catch. El menú constaba de seis platos: Flan de queso con salsa de pimiento de piquillo, Crema de apio y manzana, crujiente de foie con higos de la Alpujarra, pintxo vertical, carrillera estofada con crema de patata y trufa naranja y ravioli con crema de coliflor y miel de caña. De postre un creps de manzana al anís. Todo por 35 euros por cabeza, incluido el vino. El servicio fue bastante rápido y con un punto familiar que aunque agradable al principio, restó elegancia al local. Todo estuvo bastante sabroso, aunque lo único que verdaderamente destacó de la carta fue el crujiente de foie, el cual, aunque no sabía mucho a hígado (luego supe que no llevaba), tenía un crujiente realmente especial. El postre, poco flambeado y, por lo tanto, con demasiado sabor a Marie Brizard, terminó por dejar al trasluz la falta de delicadeza a la hora de cuidar los pequeños detalles. Creo que con un pequeño esfuerzo, la bodeguita podría dar el salto a la primera fila de los locales gastronómicos, si empiezan, eso sí, por cambiar nombre tan común entre los garitos murcianos. Puntuación: Bueno.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Casón, 1; Sergio, 1


Hace semana y pico estuve trabajando por segunda vez como pinche en el Casón de la Vega. Al terminar, el jefe de cocina me preguntó por cómo iba y tras una conversación en su despacho me despedí de esta aventura de fines de semana. Quedamos en que iba a ir alguna tarde de los días entre semana, como prácticas no remuneradas. La verdad es que se lo agradezco, ya que tendría al lado mío al jefe de cocina para hacerle las preguntas que quisiera. Los fines de semana son un rollo, no se cocina nada. Sólo trabajas como camarero dentro de la cocina. Pero a diferencia de lo que me pasó la primera vez que estuve trabajando (no comí nada), en esta ocasión comí bastante. Sushi, croquetas, gambas rebozadas, calamares, tartaletas, espárragos en témpura, etc, etc. Además, con cuatro o cinco cervezas de barril. La verdad es que me obsesionaba más comer que aprender, quizá porque sabía que no iba a aprender mucho. Era la sensación de que tenía que quitarme el delantal de pardillo que me había puesto el primer día y cuando me largué a eso de las doce de la noche, lo hice con una sonrisilla por haber cumplido mi objetivo.